Las ciudades se transformaron desde sus cimientos después de las dos guerras mundiales. Literalmente cambiaron sus raíces pues con los bombardeos que sufrieron las ciudades asiáticas y europeas se pudo crear en el subsuelo las nuevas redes de agua, electricidad, gas, telefonía y drenaje con los cuales los nuevos artículos que daban comodidad pudieran ser utilizados.
La electricidad comenzó a ser utilizada para mover las máquinas que dieron servicio a las comunidades.
Las turbinas hidroeléctricas en las Cataratas del Niágara comenzaron a funcionar en 1886, se desarrolló para la industria, el alumbrado público y los transportes públicos. Al interior de cada país las compañías eléctricas públicas y privadas tuvieron que crear y respetar un acuerdo para elegir entre alta o baja tensión, entre corriente alterna o continua y la velocidad del ciclo de frecuencia para que todos los aparatos movidos por electricidad funcionaran en cualquier parte del país.
Esta regulación en la actualidad no se ha hecho en el mundo entero, por ello Europa (240volt y ciclos de 50) usa una frecuencia diferente de América (120volt con 60 ciclos) y en Asia (100volt y 60 ciclos) es un poco diferente a la americana.
En la segunda década del siglo XX, apenas un 10% de los hogares de los países industriales tenían energía eléctrica, al finalizar nuestro periodo de estudio para 1970 se calcula que la tenían el 96%.