Intersubjetividad estética

En la emoción estética captamos no sólo el orden y el límite, según lo deseaba la estética clásica, sino también lo sublime, lo terrorífico, cierta monstruosidad.

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Intersubjetividad estética

Las formas intersubjetivas de mirar se aprovechan de las condiciones de época para ir “más allá”, subvertir los esquemas, producir, a través de la crítica, “nuevas miradas”, distintas maneras de sentir. Surgen así las emociones no placenteras, sino dolorosas, negativas, como parte de lo que está experimentando la propia sociedad; si la sociedad está en crisis, esto se manifiesta en la emoción estética.

En la intersubjetividad, como parte de la emoción estética captamos no sólo el orden y el límite, según lo deseaba la estética clásica, sino también lo sublime, lo terrorífico, cierta monstruosidad. Por lo tanto, cuando reducimos el gusto a una adecuación placentera, descartamos de la historia del arte un sinnúmero de obras cuya intencionalidad no está determinada por las categorías estéticas de lo armónico, lo bello, la delicadeza, la gracia; sino por las formas de lo grotesco, lo sublime, el feísmo, lo terrible.

Esa especie de horror que deleita, que es lo sublime artístico, experiencia de lo negativo; esa sensación de lo confuso, de lo arbitrario y caótico, producen displacer. ¿Con qué juicio de gusto lo procesamos? No necesariamente con lo que se nos presentaba como los componentes de la Estética clásica. Es decir, se tiene que resignificar la emoción estética con su componente de los juicios del gusto.

Siguiendo a Fajardo, la emoción estética se centra no en la adecuación del sujeto con el objeto, sino en la facultad de sentir y procesar las percepciones desde una posibilidad más libre y abierta a la heterogeneidad del arte.

Pero, si asumimos esta nueva postura de la emoción estética, tenemos que aceptar que está sujeta a la temporalidad histórica, y que en la era postindustrial se han cambiado las formas de mirar y “los gustos”. Lo bello, lo sublime, la gracia, no atienden a las necesidades culturales actuales.

Al entrar simbólicamente en un “nuevo milenio”, el horizonte se presenta diferente a lo que se predecía hace sólo veinte años. Surge, por ejemplo, la categoría de lo “patético estetizado”, es decir, “aquella sensación de pérdida de centro de gravedad, lo leve, lo que genera un gusto por la banalidad y por la fugacidad del proyecto vital de hombre”. Es el gusto trivial sin cimientos.

Para que entiendas mejor cómo se manejaba la noción tanto de placer como de dolor, vamos a poner de ejemplo lo que ocurría en los siglos XVIII y XIX, ya que estas nociones estaban perfectamente integradas con la emoción estética. El gusto se imponía por los salones elegantes, los perfumes y la buena gastronomía; a ello tenían acceso sólo los burgueses, podían disfrutarlo y compartirlo quienes formaban parte de esos círculos, pero nunca las masas. El placer estético lo dictaba una concepción que decía que a partir de lo sensorial se unía la razón logrando un juego de tensiones: placer/dolor. En lo sublime, por ejemplo, se daba tensión y descarga, acumulación y liberación. Pero cuando la industria se unió al arte, y el arte se unió a las masas, el gusto y la emoción estética cambiaron. El placer y el dolor como juego dialéctico empezaron a cambiar por distracción y disipación.

El arte comenzó a encadenarse a las leyes del mercado, cuyas industrias culturales lo masifican arrebatándole su aura original de productor de lo sublime, provocando placer y dolor.

Este cambio de naturaleza artística ha llevado a repensar los conceptos de juicio, gusto, sensibilidad y emoción estética a través de nuevas categorías más acordes con la situación del arte actual, a pesar de que algunos sigan sintiendo que su ámbito o su territorio se llenó del mal gusto o de lo Kitch.

De hecho, el llamado “mal gusto” se empieza a convertir en “buen gusto”, gracias al manejo del mercado y los medios de comunicación (por ejemplo, el pop art, el cine de Almodóvar, etcétera). Lo importante es que ya no podemos utilizar frases como buen gusto y mal gusto: no se debe deslegitimar al arte de masas, ya no funcionan estos códigos bipolares para entender los nuevos procesos de transformación de las sensibilidades estéticas. Se ha dado una mutación de la emoción estética. Empiezan a surgir otros frentes, otros territorios.

El llamado mal gusto se empieza a convertir en buen gusto. Este proceso del gusto lleva a un hedonismo estético de lo temporal: sensibilidades de lo inmediato, consumo, uso y desecho. La emoción estética busca un placer que se convierte en aceleración, flujo, velocidad y un dinamismo efímero. De esta manera, se ha formado un gusto por lo desechable. No hay pues contemplación, sino espectacularización; no hay miradas, sino pantallas. Entramos en una emoción estética basada más en el show y en el shock, en el efecto y el acontecimiento publicitarios, más que en el afecto contemplativo derivados de las nociones de placer y dolor.

Lo anterior ha provocado un gusto en el que se mezclan todos los medios, un gusto totalmente ecléctico, hipermedia, al que se le puede reprochar su falta de construcción, de sentido, de proceso, de gozo, de reflexión. No hay tiempo para apreciar estéticamente, la obra se pierde en la fugacidad del instante.

Al estetizarse el mercado, las necesidades creadas se manejan como anhelos. Pero esos anhelos no se cumplen para todos, con lo que poco a poco el sujeto desaparece y, aunque él sienta que está ejerciendo su libertad, en realidad se ha aplastado todo rastro de subjetividad crítica.

Se crea un “mundo vitrina” donde la imaginación sueña aquello que la realidad impide alcanzar. Lo que logran unos pocos tiene que ser consumido por todos, se aspira a obtener riqueza y fama, de tal manera que se rompa el esquema cíclico de nuestra propia cotidianidad. Esa idea de felicidad se conseguiría a través de los medios, la televisión, Internet, etcétera. El problema de fondo es preguntarnos dónde queda la libertad ética personal, ya que ésta parece estar no sólo mediada sino también controlada por el entorno.

Como se puede observar, se ha mutado el sentimiento de lo sublime y lo bello. Hay un cambio del objeto al que nos referimos; ya no hablamos de la belleza, ni de los afectos, sino del consumo: este es nuestro macroproyecto. Parece que ahora disfrutamos de los sistemas de símbolos del mercado y esto ocasiona que se pierda el sentido de la historia, el anhelo de superar obstáculos: se crea una memoria siempre presente, una “memoria instantánea” que privilegia el ahora-presente y que es heterodoxa, simultánea, múltiple, dispersa, contraria a la memoria histórica y crítico-analítica de la modernidad. Por tanto, ya no preocupa el compromiso con el futuro.

Autoevaluación

Señala el inciso correcto que completa la idea correcta o resuelve la pregunta

  1. En algún momento del arte actual el mal gusto se convierte en…

  2. La emoción estética contemporánea busca…

  3. El gusto en general de las personas se ha convertido en…

  4. En los productos estéticos de la actualidad…

  5. Si en la actualidad entramos en una emoción estética basada más en el show y en el shock, en el efecto y el acontecimiento publicitarios, ¿Qué es lo que se perdió?